“Cuando Andréi ya no estaba me quedé sin la persona con la que
podía hablar de las cosas más importantes. La habitación se desvaneció”,
declara Rashit Safiullin en una conmovedora entrevista realizada tras la muerte
de Tarkovski. La habitación a la que se refiere el jefe de producción del
director ruso es la habitación de Stalker, la película más perturbadora en la
que trabajaron los dos.
Stalker describe el viaje de tres hombres a través de un lugar
misterioso que llaman la Zona. Ese lugar se encuentra aislado del resto del
mundo porque la mayoría de las personas que entran en él no regresan nunca. Los
“stalker” son guías cuyo oficio es conducir a forasteros curiosos -en su
mayoría, gente desesperada- por ese territorio maldito en busca de una
habitación mítica donde se cumplen los deseos. La película de Tarkovski narra
uno de esos viajes. Un viaje fracasado, ya que el escritor y el profesor a los
que Stalker conduce renuncian finalmente a entrar en esa habitación, por el
temor a lo que podrían descubrir de sí mismos. Pues ¿acaso conocemos nuestros
verdaderos deseos? El escritor inglés
Geoff Dyer, en un reciente y bello libro, ve la Zona como una metáfora del
cine, del cine como arte, como espacio de apertura, riesgo y compromiso con la
verdad.
“Ya nadie cree, se lamenta Stalker en la última escena. Lo peor es
que no sólo no creen en la Zona, nadie la necesita. (…) El lugar más
maravilloso, la cosa más maravillosa y nadie la necesita. La gente no tiene
necesidad de lo que más quiere, ha aprendido a pasar sin ello”. ¿Es cierto
esto? ¿Hemos aprendido a vivir sin lo más necesario y querido? El mundo de lo
audiovisual ha invadido nuestra vida, y el cine, tal como lo conocimos, está en
trance de desaparecer. “Dentro de pocos años -dice Víctor Erice- es probable
que el cine ocupe el mismo lugar en relación a lo audiovisual que el que ocupa
la poesía en la literatura”. Frente a la banalidad de gran parte de la cultura
actual, ¿es tan malo que esto suceda? Puede que no. Tendremos que abandonar el
territorio de nuestras estériles certezas y aventurarnos en la Zona: buscar en
las salas de los cines que sobrevivan esa habitación secreta donde aún se habla
de las cosas que importan. El cine como refugio de significado, esperanza de lo
que no ha desaparecido.
Gustavo Martín Garzo
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