viernes, 18 de octubre de 2013

Jacques Audiard: una mirada diferente

Jacques Audiard es para mí, sin duda, un caso aparte entre los grandes directores franceses actuales. Su cine es diferente porque su mirada es diferente. Una mirada nada complaciente, desesperanzada, con el mundo que nos rodea y con quienes lo ocupamos. Un cine austero, realista, rasposo, tendiendo a oscuro, pegado a la tierra, donde abundan los ambientes marginales, cuando no sórdidos. Un mundo de perdedores (son mayoría en nuestro mundo real) en el que sentimientos como el amor o la generosidad no se venden como recetas mágicas. Un cine que te remueve los sentidos y los sentimientos, que nunca te deja impasible. Un cine bien rodado, con pulso, con ritmo, con ambición y sin concesiones retóricas, basado siempre en una historia contudente.

Empezó siguiendo la carrera de su padre, el popular guionista francés Michel Audiard (Maigret, Babette se fue a la guerra). Escribió algunos guiones -básicamente thrillers- para otros directores como Claude Miller o Michel Blanc y siempre ha escrito el guión de sus películas. Trabajó también como ayudante de dirección y de montaje (La locataire, de Polanski) y luego como realizador desde los 20 años. Sin embargo, no fue consagrado a nivel internacional hasta que en 2009 estrenó Un profeta, con la que ganó la Palma de Oro en Cannes, una treinta de premios internacionales y fue candidato al Óscar a la mejor película de habla no inglesa. Tenía ya 57 años y llevaba 15 como realizador.

Su debut se produjo en 1994 con Regarde les hommes tomber, protagonizada por Jean Louis Trigtinan y Matthieu Kassovitz.  Logró el César al mejor director novel. Con Un héroe muy discreto (1996), también de la mano de Kassovitz, logró muy buenas críticas y premios, entre ellos el de mejor guión en Cannes y Espiga de Plata en la SEMINCI. Mantuvo el interés de la crítica en 2001 con Sur mes levres y Vincent Cassel, y alcanzó el reconocimiento generalizado en 2005 con De tanto latir mi corazón se ha parado, película que estuvo entre mis favoritas aquel año.

Aquella película rara, especial, valiente y llena de sentimientos, estaba protagonizada por Roman Duris, otro “actor fetiche”, como lo han sido Kassovitz, Vincent Cassel y lo va a ser, seguro, el belga Mattias Schonaerts, protagonista de De óxido y hueso, su última película, premiada en Cannes 2012 y ganadora del premio al mejor director y al mejor guión (ex equo con el guionista Bidegain, coautor también de El profeta).

Todos los actores citados, al que hay que añadir el que protagonizó El profeta, Tahar Rahim, no son ni muy guapos ni feos; son tipos con el atractivo que confiere personalidad, con presencia, con “temperatura”; actores de rostros angulosos, de rasgos marcados, que sirven perfectamente para dar vida a tipos canallas, “malotes”, perdedores, pero con sentimientos tan verdaderos como profundos y difíciles de mostrar.

Un tipo muy especial Audiard. Esperemos que siga haciendo películas que nos impacten y que nos hagan sentir que hay otra forma de ver este mundo y de contar las historias. En Valladolid podría darnos alguna de sus claves durante su estancia en la ciudad para recibir, como la estrella del cine europeo que es, la Espiga de Oro de Honor de SEMINCI. 

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