domingo, 9 de junio de 2013

Elías Querejeta, el más grande entre los grandes

Si alguna vez se hubiera celebrado una reunión de los más grandes productores del mundo, como aquella que los más grandes directores hicieron en Hollywood, en 1972, invitados por George Cukor, con presencia de Luis Buñuel, en esa cita hubiera estado muy probablemente Elías QuerejaCon su muerte (muy sentida) se va el más grande productor que ha existido en la historia del cine español y entre los más importantes en Europa en los últimos 50 años. 

Un apasionado del cine, tanto casi como del fútbol, Querejeta tuvo algo de visionario: a partir de la Escuela de Cine de Madrid y otros movimientos de los años 60 del siglo pasado, como fueron la Escuela de Cine de Barcelona, entendió que comenzaba un nuevo tiempo para nuestro cine. Intuyó que había llegado en el lugar preciso y en el momento justo para pelear por un cine español distinto, para sacarlo de los estudios en los que estaba encasillado, anquilosado. 

Supo que había llegado la hora de asumir el compromiso social, cultural y político que demandaban los tiempos y decidió apoyar a una serie de directores jóvenes (no mucho mayores que él), realizadores rebeldes, especiales, inquietos, que querían hacer cine de autor, cine realista, pegado al sentir de la calle. Un cine nuevo español, con aromas del pasado (siguiendo el rastro de los Berlanga, Bardem o Buñuel) pero mirando la modernidad que venía de Francia donde la 'Nouvelle Vague' había dinamitado el academicista cine francés de postguerra. 

Y Querejeta, que amaba el cine, que era creativo y exigente, comenzó a apoyar a cineastas con Jorge Grau, Antxon Eceiza, Paco Regueiro, Montxo Armendáriz, Victor Erice, Jaime Chávarri, Ricardo Franco, Manuel Gutiérrez Aragón y, sobre todo, Carlos Saura, con quien escribió las páginas mas importantes del cine español durante años. 

No es arriesgado ni excesivo hablar de 'toque Querejeta' porque él no solo sabía buscar dinero o sortear como nadie a la censura franquista (en ello empleó toda su inteligencia y su simpatía-seductora-de-zorro-vasco), sino que se implicaba (y mucho, hasta llegar a veces a la confrontación con el director de turno, fuera quien fuera) en el guion de las películas que, a veces, eran tan suyas como del realizador. 

Elías no se durmió en los muchos laureles que consiguió el cine español en festivales del mundo (sobre todo Cannes y Berlín), donde raramente se habían logrado premios (con excepción de Berlanga y Bardem) y siguió nuevos rastros de ingenio en jóvenes directores españoles. Y así llegaron Fernando León de Aranoa, el documentalista Javier Corcuera o su propia hija, Gracia Querejeta, con la que, además,firmó estupendos guiones. 

Acabó su vida produciendo documentales, acaso porque creía que esa era una nueva forma más comprometida de contar la realidad que las televisiones y los medios de comunicación nos ocultaban o no explotaban como se debía. La historia de un grande del cine español como Elías Querejeta serviría para películas de ficción y documentales, que, seguramente, estarían llenas de vitalidad, honestidad y pasión. Tres señas de identidad de Querejeta.


¡Agur Eliatxo!

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