En estos días en que la crisis económica, con la reducción de la asistencia a los cines, agravada por un abusivo IVA del 21 por ciento, y la obligación de afrontar la muy cara renovación tecnológica, están llevando al cierre sistemático de salas de cine, reivindicamos, más que nunca, la existencia del cine independiente y de autor, principal afectado por la situación.
Reivindicamos más que nunca el cine intimista, el cine hecho con pocos medios pero con dignidad, ambición y verdad. Ahora que peligra la presencia de ese tipo de cine en las salas, porque se cierran o porque los empresarios prefieren no correr riesgos con la taquilla, reivindicamos un cine que sirva para algo más que para entretener.
Hace ya tiempo que los distribuidores españoles se quejan de que no les salen las cuentas cuando importan una película de autor europea. A la merma en la taquilla se suma la práctica desaparición en los canales de televisión (incluidos los públicos) de las películas independientes y de autor, en favor de las películas espectáculo de los grandes estudios norteamericanos.
Y si desaparece ese tipo de cine de nuestras pantallas desaparecerá en años el cine en versión original, con una presencia cada vez más simbólica hoy en la cartelera.
Y desaparecerá también el gusto por un cine capaz de contar historias que apelan a nuestros sentimientos, disparan nuestros sentidos y nos ayudan a conocer mejor al ser humano. Y una parte importante de realizadores españoles se verán seriamente afectados porque no tendrán pantallas donde mostrar su cine, al margen de Internet.
Por ello, los amantes del cine independiente y de autor van a necesitar de esos escaparates únicos en que se están convirtiendo festivales como SEMINCI. Como fuimos y seguimos siendo en España el festival de cine de autor por antonomasia, reivindicamos ante ustedes y las autoridades culturales españolas el sentido de nuestra existencia y la importancia de un apoyo cerrado y sincero.
Este año queremos hacer un guiño especial a los niños y a los jóvenes, a quienes abrimos el festival para que puedan ver películas de estreno, que tienen que ver con el despertar a la vida, a los afectos y a los sentimientos. Películas que les ayuden a descubrir su propia identidad y a entender el mundo que les rodea.
Y con ello pretendemos inocularles el virus de la pasión por otro tipo de cine, por el consumo del cine en sala y en compañía. Volver al concepto del cine como acto social, cultural y de libre debate de ideas podría ser una de las claves para un futuro más esperanzador para el cine que amamos.
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lunes, 23 de septiembre de 2013
viernes, 6 de septiembre de 2013
Tenemos que pensar en el cine español que queremos
La situación creada por el alarmante descenso de espectadores españoles a las salas de cine, acuciadas por el abusivo IVA del 21% y la obligación de instalar proyectores digitales ante la inminente desaparición del celuloide, aboca a la práctica desaparición de la exhibición del cine independiente y de autor. Ello, ligado a la profunda crisis de la producción del cine nacional, con la drástica reducción a la mitad de los rodajes anuales, completan un cuadro desolador sobre la cinematografía española.
Ante esta situación parece obligada una reflexión de todos los colectivos afectados sin distinción: guionistas, directores, actores, productores, distribuidores, exhibidores, asociaciones de técnicos, y fuerzas políticas y sindicales y la propia Administración.
Se impone una reflexión amplia y generosa de la Administración, sea cual sea su signo político, para defender la seña de identidad cultural española que es nuestro cine y para defender la existencia de una industria, que, al margen de ideologías, mueve -o ha movido- 80.000 empleos y que también es necesaria. En ese sentido es obligada una reducción del IVA a niveles europeos (entre 8 y 10%). En Francia, nuestro vecino, con el cine no se juega. La política de apoyo y ayudas al cine, fijada desde hace muchos años, no se toca, gobierne la derecha o la izquierda.
Nuestros guionistas, actores, directores, técnicos, que están logrando una presencia cada vez más destacada en el cine europeo y norteamericano, con éxitos de taquilla y premios importantes (más estatuillas en los Premios Óscar en 10 años que en toda la historia), también deben reflexionar seriamente sobre su aportación a la industria cinematográfica y su importante papel en la imagen que se ofrece de su trabajo y del cine en general a la sociedad. Algo tendrán que decir y hacer frente a la mala imagen que, sobre todo, desde ciertos sectores concretos, se trata de imponer sobre el colectivo de creadores, y que también perjudica al consumo de nuestro cine.
Será necesaria también una reflexión de productores, distribuidores, exhibidores para redefinir las reglas del juego seguidas por cada sector hasta ahora ante un nuevo panorama audiovisual en los que la piratería e internet complican extraordinariamente el consumo de cine en salas. Algo no se está haciendo bien. Una reflexión que, como en otros colectivos citados, debe incluir una seria autocrítica sobre la forma en que cada uno ha actuado y su parte de responsabilidad en la situación que ahora sufrimos.
Habrá que encontrar fórmulas alternativas de financiación de nuestro cine para que no dependa tanto de los vaivenes en las políticas de subvenciones. Unas ayudas, que pese a ser inferiores a la de otros países de nuestro entorno, se usan como arma arrojadiza contra productores y actores por quienes, sin embargo, no se quejan de que se subvencionen industrias como las del calzado o las conservas. Habrá que insistir para que se hagan realidad esas desgravaciones fiscales por inversión en cine (o cultura en general), que no acaban de llegar. Desgravaciones, establecidas por ley, que tanto éxito han tenido en Francia y en otros países europeos en los últimos 60 años.
Habrá que insistir en fórmulas como el canon de taquilla, que permite ayudar a financiar la producción interior y la promoción exterior del cine francés o el dinero de los impuestos sobre las apuestas de las carreras de caballos o el juego, que ayudan a financiar el cine en otros países europeos. Y hay mas formas sobre las que hay que volver a reflexionar de forma conjunta, sin prejuicios ni recelos.
En ese sentido, son cada vez más numerosas las voces de quienes claman por hacer algo, e incluso se empieza a hablar de la posibilidad de que se celebre un nuevo Congreso del cine español, que bien podría convocar (que no organizar) la Academia de Cine de España, al estilo de los celebrados en 1955 en Salamanca y en 1978. El director José Luís García Sánchez, apoyado por un número importante de académicos asociados, entre ellos Fernando Lara, (que fue Director General de Cine), lo planteó en la última asamblea de la Academia, celebrada el pasado junio. Apoyamos, sin reservas, ese Congreso del Cine español.
Mientras tanto, ahora que desaparecen a marchas forzadas en España una gran parte de las salas que programaban cine independiente, reivindicamos más que nunca el cine de autor, que es, además, la principal seña de identidad de SEMINCI. Reivindicamos también la importancia y la continuidad de festivales como SEMINCI. Queremos seguir siendo el mejor escaparate para un cine pequeño, independiente, de autor, en especial el español.
Ante esta situación parece obligada una reflexión de todos los colectivos afectados sin distinción: guionistas, directores, actores, productores, distribuidores, exhibidores, asociaciones de técnicos, y fuerzas políticas y sindicales y la propia Administración.
Se impone una reflexión amplia y generosa de la Administración, sea cual sea su signo político, para defender la seña de identidad cultural española que es nuestro cine y para defender la existencia de una industria, que, al margen de ideologías, mueve -o ha movido- 80.000 empleos y que también es necesaria. En ese sentido es obligada una reducción del IVA a niveles europeos (entre 8 y 10%). En Francia, nuestro vecino, con el cine no se juega. La política de apoyo y ayudas al cine, fijada desde hace muchos años, no se toca, gobierne la derecha o la izquierda.
Nuestros guionistas, actores, directores, técnicos, que están logrando una presencia cada vez más destacada en el cine europeo y norteamericano, con éxitos de taquilla y premios importantes (más estatuillas en los Premios Óscar en 10 años que en toda la historia), también deben reflexionar seriamente sobre su aportación a la industria cinematográfica y su importante papel en la imagen que se ofrece de su trabajo y del cine en general a la sociedad. Algo tendrán que decir y hacer frente a la mala imagen que, sobre todo, desde ciertos sectores concretos, se trata de imponer sobre el colectivo de creadores, y que también perjudica al consumo de nuestro cine.
Será necesaria también una reflexión de productores, distribuidores, exhibidores para redefinir las reglas del juego seguidas por cada sector hasta ahora ante un nuevo panorama audiovisual en los que la piratería e internet complican extraordinariamente el consumo de cine en salas. Algo no se está haciendo bien. Una reflexión que, como en otros colectivos citados, debe incluir una seria autocrítica sobre la forma en que cada uno ha actuado y su parte de responsabilidad en la situación que ahora sufrimos.
Habrá que encontrar fórmulas alternativas de financiación de nuestro cine para que no dependa tanto de los vaivenes en las políticas de subvenciones. Unas ayudas, que pese a ser inferiores a la de otros países de nuestro entorno, se usan como arma arrojadiza contra productores y actores por quienes, sin embargo, no se quejan de que se subvencionen industrias como las del calzado o las conservas. Habrá que insistir para que se hagan realidad esas desgravaciones fiscales por inversión en cine (o cultura en general), que no acaban de llegar. Desgravaciones, establecidas por ley, que tanto éxito han tenido en Francia y en otros países europeos en los últimos 60 años.
Habrá que insistir en fórmulas como el canon de taquilla, que permite ayudar a financiar la producción interior y la promoción exterior del cine francés o el dinero de los impuestos sobre las apuestas de las carreras de caballos o el juego, que ayudan a financiar el cine en otros países europeos. Y hay mas formas sobre las que hay que volver a reflexionar de forma conjunta, sin prejuicios ni recelos.
En ese sentido, son cada vez más numerosas las voces de quienes claman por hacer algo, e incluso se empieza a hablar de la posibilidad de que se celebre un nuevo Congreso del cine español, que bien podría convocar (que no organizar) la Academia de Cine de España, al estilo de los celebrados en 1955 en Salamanca y en 1978. El director José Luís García Sánchez, apoyado por un número importante de académicos asociados, entre ellos Fernando Lara, (que fue Director General de Cine), lo planteó en la última asamblea de la Academia, celebrada el pasado junio. Apoyamos, sin reservas, ese Congreso del Cine español.
Mientras tanto, ahora que desaparecen a marchas forzadas en España una gran parte de las salas que programaban cine independiente, reivindicamos más que nunca el cine de autor, que es, además, la principal seña de identidad de SEMINCI. Reivindicamos también la importancia y la continuidad de festivales como SEMINCI. Queremos seguir siendo el mejor escaparate para un cine pequeño, independiente, de autor, en especial el español.
jueves, 5 de septiembre de 2013
'Cine gourmet', por Javier Angulo, en la revista Academia
"Ahora que, tristemente, asistimos al continuo cierre de salas de cine, acuciados los exhibidores por la escasa asistencia, por un IVA abusivo y por una obligada y cara renovación tecnológica (la alta definición), festivales como Seminci deben ser cita necesara para ver un cine de autor que resulta cada vez más escaso en carteleras y parrillas de televisión".
Así comienza el artículo que firma Javier Angulo en el número de septiembre (el 32) de la revista Academia. Entre la nostalgia de sus experiencias en la Semana Internacional de Cine de Valladolid como espectador ("Recuerdo como glorioso el día de la Seminci de 1995 en el que asistí al estreno de Afliction, de Schrader"), y un breve pero completo repaso a la programación de este año, el director de la Seminci invita a participar y asitir a un festival que a lo largo de sus 58 años de historia se ha caracterizado por apoyar el cine de autor.
Para leerlo completo, nada mejor que su propio espacio (la revista Academia, página 30), donde el texto de Javier Angulo se encuentra arropado por otros (reseñas y entrevistas) de, precisamente, algunas de las películas que participarán en la 58ª Seminci.
¡Bon appétit!
Así comienza el artículo que firma Javier Angulo en el número de septiembre (el 32) de la revista Academia. Entre la nostalgia de sus experiencias en la Semana Internacional de Cine de Valladolid como espectador ("Recuerdo como glorioso el día de la Seminci de 1995 en el que asistí al estreno de Afliction, de Schrader"), y un breve pero completo repaso a la programación de este año, el director de la Seminci invita a participar y asitir a un festival que a lo largo de sus 58 años de historia se ha caracterizado por apoyar el cine de autor.
Para leerlo completo, nada mejor que su propio espacio (la revista Academia, página 30), donde el texto de Javier Angulo se encuentra arropado por otros (reseñas y entrevistas) de, precisamente, algunas de las películas que participarán en la 58ª Seminci.
¡Bon appétit!
miércoles, 10 de julio de 2013
Jesús, te necesitábamos
El amigo Jesús Robles se ha ido cuando más lo necesitábamos.
Figuras como él, agitadores de la cultura y, muy en especial, del cine español, son ahora más necesarios que nunca. Se va el espíritu libre, amante del cine, de la gente del cine, que tan bien conocía desde los tiempos de la “movida” de Madrid. Se nos va el muñidor de proyectos, el amante de poner en contacto a unos con otros, con proyectos por medio. Incluso se va el informante informal, que te ponía al día de todo lo que necesitabas saber sobre el mundo del cine español.
No en vano tenía su diván particular en la librería 8 y Medio de Madrid,
mítica, necesaria, lugar de encuentro y conocimiento, cita de tantas
citas gloriosas, de presentaciones de libros o películas o cualquier
acto de cine. Santuario de amantes del cine de todas las edades.
Ahora va a estar un poco más vacío sin Jesús. ¡Menos mal que nos queda
María! Ella sabrá, seguro, mantener el espíritu de lo que ha significado
esa librería y sus fundadores.
Hasta siempre amigo Jesús.
¡Nos vemos en la próxima première!
domingo, 9 de junio de 2013
Elías Querejeta, el más grande entre los grandes
Si
alguna vez se hubiera celebrado una reunión de los más grandes
productores del mundo, como aquella que los más grandes directores
hicieron en Hollywood, en 1972, invitados por George Cukor, con presencia de Luis Buñuel, en esa cita hubiera estado muy probablemente Elías Quereja. Con
su muerte (muy sentida) se va el más grande productor que ha existido
en la historia del cine español y entre los más importantes en Europa en
los últimos 50 años.
Un
apasionado del cine, tanto casi como del fútbol, Querejeta tuvo algo de
visionario: a partir de la Escuela de Cine de Madrid y otros
movimientos de los años 60 del siglo pasado, como fueron la Escuela de
Cine de Barcelona, entendió que comenzaba un nuevo tiempo para nuestro
cine. Intuyó que había llegado en el lugar preciso y en el momento justo
para pelear por un cine español distinto, para sacarlo de los estudios
en los que estaba encasillado, anquilosado.
Supo
que había llegado la hora de asumir el compromiso social, cultural y
político que demandaban los tiempos y decidió apoyar a una serie de
directores jóvenes (no mucho mayores que él), realizadores rebeldes,
especiales, inquietos, que querían hacer cine de autor, cine realista,
pegado al sentir de la calle. Un cine nuevo español, con aromas del pasado (siguiendo el rastro de los Berlanga, Bardem o Buñuel)
pero mirando la modernidad que venía de Francia donde la 'Nouvelle
Vague' había dinamitado el academicista cine francés de postguerra.
Y Querejeta, que amaba el cine, que era creativo y exigente, comenzó a apoyar a cineastas con Jorge Grau, Antxon Eceiza, Paco Regueiro, Montxo Armendáriz, Victor Erice, Jaime Chávarri, Ricardo Franco, Manuel Gutiérrez Aragón y, sobre todo, Carlos Saura, con quien escribió las páginas mas importantes del cine español durante años.
No
es arriesgado ni excesivo hablar de 'toque Querejeta' porque él no solo
sabía buscar dinero o sortear como nadie a la censura franquista (en
ello empleó toda su inteligencia y su
simpatía-seductora-de-zorro-vasco), sino que se implicaba (y mucho,
hasta llegar a veces a la confrontación con el director de turno, fuera
quien fuera) en el guion de las películas que, a veces, eran tan suyas
como del realizador.
Elías
no se durmió en los muchos laureles que consiguió el cine español en
festivales del mundo (sobre todo Cannes y Berlín), donde raramente se
habían logrado premios (con excepción de Berlanga y Bardem) y siguió nuevos rastros de ingenio en jóvenes directores españoles. Y así llegaron Fernando León de Aranoa, el documentalista Javier Corcuera o su propia hija, Gracia Querejeta, con la que, además,firmó estupendos guiones.
Acabó
su vida produciendo documentales, acaso porque creía que esa era una
nueva forma más comprometida de contar la realidad que las televisiones y
los medios de comunicación nos ocultaban o no explotaban como se debía.
La historia de un grande del cine español como Elías Querejeta serviría
para películas de ficción y documentales, que, seguramente, estarían
llenas de vitalidad, honestidad y pasión. Tres señas de identidad de
Querejeta.
¡Agur Eliatxo!
jueves, 18 de abril de 2013
Un gran aliado del cine de autor y de Seminci, en peligro de extinción
Si nadie lo remedia (los milagros son cada vez
más difíciles en nuestro país) en unos días se consumará una de las mayores
tragedias imaginables en la cultura de España y del cine en particular: el cierre
del 90 por ciento de las salas de exhibición de Alta Films, empresa de la
que es propietario Enrique González Macho, a quien en la pasada edición de
SEMINCI entregamos una merecida Espiga de Oro de Honor por su apoyo al cine de
autor español y europeo, en general, y a
nuestro festival en particular. De las 200 salas de que disponía la
empresa solo quedarán, en breve, unas 20, básicamente en Madrid capital y
en Barcelona. Alta Films, empresa modélica en España en lo que a
distribución y exhibición de cine de autor se refiere, mantenía una cadena de
cines donde aún se podían ver películas en versión original y en las que
nunca faltaban las mejores películas de cine de autor europeo y español.
González Macho, junto a su hijo Enrique González Khun y un gran equipo de
profesionales, buscaba las mejores películas independientes, de autor, para
distribuirlas en España, primero, y luego exhibirlas. En ocasiones incluso arriesgaban
importantes cifras de dinero para participar en la coproducción de
películas (sobre todo españolas) para hacerlas posibles, primero, para
asegurarse su distribución y posterior exhibición. Y por encima del negocio, la
familia y su equipo demostraban una y otra vez su amor al cine. Un tipo
de cine distinto, especial, ambicioso en las formas y en el fondo, apegado a
la realidad, un cine de sentimientos. Un tipo de cine que cada vez va a
tener menos salas donde mostrarse y que, en algunos casos, dada su casi
inexistente presencia en los canales de televisión, tristemente, va a quedar restringido
a los festivales como el nuestro.
Pero, además, parece que Alta Films va a
deshacerse de algunas películas que se había comprometido a distribuir en
España. Títulos de primer nivel en lo que a cine de autor se refiere. Así,
pues, se agranda la tragedia para los aficionados al cine de autor. Un
mercado en el que, junto a Alta Films, resisten otros “héroes del momento”,
como Golem, Vértigo Films o Wanda Films, entre otros, también buenos
aliados de SEMINCI a los que animamos a perseverar en su actividad.
Hace ya
muchos años que los representantes de todas las distribuidoras citadas, en un
acto para medios de comunicación, anunciaron que su trabajo de distribución de
cine de autor europeo y español estaba en peligro. Contaron ya hace muchos años
que las cuentas empezaban a no salir ya que la inversión hecha con la
importación de películas solo la cubrían si a las recaudaciones de las
taquillas se unía el pago de los derechos por emisión de los canales de
televisión. Denunciaron que las televisiones (entre ellas TVE), en
una pugna salvaje por las audiencias, programaban cada vez mas películas
comerciales (básicamente norteamericanas) y empezaban a no comprar cine
europeo.
Pasados bastantes años, la situación, lejos de mejorar, ha
empeorado. Es muy difícil ver cine de autor reciente en los canales de
televisión españoles. Si estos no compran las películas de los distribuidores
independientes, si (como afirma González Macho) bajan las ventas de las
películas en DVD a causa de la piratería y si se desploman los
taquillajes por la subida de los precios de las entradas, sobre todo por el
brutal incremento del IVA al 21%, la situación no puede ser otra
que de inquietud y alarma.
Sentimientos unidos a la pena, tristeza y rabia que nos produce la situación
concreta de los amigos de Alta Films.
Es tiempo de ánimos, de destacar lo mucho que
les debemos y nuestro agradecimiento más
sincero.
sábado, 6 de abril de 2013
Bigas Luna, el artista completo
Todavía perturbado por la muerte del amigo Bigas (¡qué callados se tenía
sus males!) tengo, a bote pronto, dos recuerdos: uno más lejano, que es
cuando de verdad le conocí, y otro más reciente, que fue su último
viaje a Valladolid para hacer de “padrino” de la 56 edición de la
Seminci.
Le empecé a conocer bien cuando, siendo yo director de la revista Cinemanía, en abril de 2000, pasé un día entero en su preciosa casa de piedra, El Virgili, en Tarragona, con el Mediterráneo al fondo.
Aquella era casa-estudio-taller y lugar de encuentros lúdico-artísticos. Allí (revolviendo en los altillos del salón-estudio y con su perro “Pirata” que no dejaba de revolotear), descubrí el artista completo que era Bigas: diseñador de muebles de éxito en los 60, fotógrafo, pintor, grabadista, incansable creador de haikus y, claro, realizador de cine y montador escénico (aún recuerdo el imponente montaje de las Comedias Bárbaras, de Valle Inclán en una nave industrial abandonada de Sagunto).
Pero a dos pasos de su casa había algo que era su auténtico descubrimiento de madurez: su gran jardín ecológico, diseñado por él, que mostraba con orgullo indisimulado. A los lados había varios burros y pollinos, que vivían despreocupados, seguros de haber encontrado el mejor “amo”.
Comimos con el aceite de sus olivos, prensado por él, y bebimos de un más que notable vino de sus viñas. En ese hábitat se sentía Bigas pegado a la tierra, con el aroma del mar cerca. Él, que era tan moderno en la Cataluña de los 70 y los 80, que abrió brecha con un cine diferente, con riesgos y provocación. A él, que se fue a rodar a Los Ángeles cuando ningún director español se atrevía (y rodó muy meritorias e inquietantes películas, como Reborn y Anguish), lo que le iba es estar cerca tocar-oler-trabajar la tierra.
Y esa pasión tambien la llevó al cine con la trilogía que él mismo denominó “Ibérica” (Jamón, jamón, Huevos de oro y La teta y la Luna), y que fue, acaso contraparte de su carrera, la más terrenal, la más alejada del cine moderno, transgresor que hizo con Tatuaje, Bilbao y Caniche en los años 70, y que tanto gustaba a los cinéfilos más rigurosos.
Mañana fría de octubre de 2011. Es domingo. Bigas se tiene que ir a Barcelona. Antes me pide pasear por los alrededores del Pisuerga, que ha visto desde el coche. Paseamos hablando de proyectos. Cuando ve la Cúpula del Milenio dice: “Vamos a trabajar para traer aquí un espectáculo de Cabaret (como el que tenía montado en El Plata, en Zaragoza), que quiero pasear por toda España. ¿Crees que nos dejarán hacerlo?”. Le mandé los planos y esperé. La crisis impidió su “aventura vallisoletana”.
Adeu, amic Bigas. Sabes que t´estimu!
Le empecé a conocer bien cuando, siendo yo director de la revista Cinemanía, en abril de 2000, pasé un día entero en su preciosa casa de piedra, El Virgili, en Tarragona, con el Mediterráneo al fondo.
Aquella era casa-estudio-taller y lugar de encuentros lúdico-artísticos. Allí (revolviendo en los altillos del salón-estudio y con su perro “Pirata” que no dejaba de revolotear), descubrí el artista completo que era Bigas: diseñador de muebles de éxito en los 60, fotógrafo, pintor, grabadista, incansable creador de haikus y, claro, realizador de cine y montador escénico (aún recuerdo el imponente montaje de las Comedias Bárbaras, de Valle Inclán en una nave industrial abandonada de Sagunto).
Pero a dos pasos de su casa había algo que era su auténtico descubrimiento de madurez: su gran jardín ecológico, diseñado por él, que mostraba con orgullo indisimulado. A los lados había varios burros y pollinos, que vivían despreocupados, seguros de haber encontrado el mejor “amo”.
Comimos con el aceite de sus olivos, prensado por él, y bebimos de un más que notable vino de sus viñas. En ese hábitat se sentía Bigas pegado a la tierra, con el aroma del mar cerca. Él, que era tan moderno en la Cataluña de los 70 y los 80, que abrió brecha con un cine diferente, con riesgos y provocación. A él, que se fue a rodar a Los Ángeles cuando ningún director español se atrevía (y rodó muy meritorias e inquietantes películas, como Reborn y Anguish), lo que le iba es estar cerca tocar-oler-trabajar la tierra.
Y esa pasión tambien la llevó al cine con la trilogía que él mismo denominó “Ibérica” (Jamón, jamón, Huevos de oro y La teta y la Luna), y que fue, acaso contraparte de su carrera, la más terrenal, la más alejada del cine moderno, transgresor que hizo con Tatuaje, Bilbao y Caniche en los años 70, y que tanto gustaba a los cinéfilos más rigurosos.
Mañana fría de octubre de 2011. Es domingo. Bigas se tiene que ir a Barcelona. Antes me pide pasear por los alrededores del Pisuerga, que ha visto desde el coche. Paseamos hablando de proyectos. Cuando ve la Cúpula del Milenio dice: “Vamos a trabajar para traer aquí un espectáculo de Cabaret (como el que tenía montado en El Plata, en Zaragoza), que quiero pasear por toda España. ¿Crees que nos dejarán hacerlo?”. Le mandé los planos y esperé. La crisis impidió su “aventura vallisoletana”.
Adeu, amic Bigas. Sabes que t´estimu!
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